Lugar de origen: algún lugar indeterminado cerca del mar Caspio entre Turkmenistán, Afganistán, Uzbekistán, y Kazajistán.
Fechas: siglo VI a. C.
Esta es la historia de Tomiris, la reina de los masagetas, la mujer que acabó con la vida de Ciro II el Grande.
Los masagetas fueron un pueblo que se asentó en un territorio indeterminado en la zona del mar Caspio. Éstos eran una de esas numerosas confederaciones de pueblos nómadas llamados escitas de forma genérica y que se extendían por todo el territorio de Asia Central y de los cuales poco sabemos a ciencia cierta. De hecho, los escasos conocimientos que tenemos sobre estos pueblos, suelen venir por parte de historiadores clásicos que son por ende, sus enemigos, así que las descripciones de los mismos muchas veces han de ser puestas en duda. En la antigüedad, tal y como sucede ahora, la Historia solía ser narrada bajo el binomio "bueno/malo" en la cual el narrador siempre es el "bueno". Teniendo esto en cuenta, hoy hablaremos de una reina que, según la mayoría de fuentes antiguas, acabó con una de las figuras más imponentes de la antigüedad, Ciro II, el Grande.
El rey de los masagetas muere y su viuda, Tomiris, es nombrada reina. Quizás desde la perspectiva más "clásica" esto puede parecer extraño, pues tendemos a pensar en el hijo y no en la esposa como heredero al trono. Sin embargo gracias de nuevo a esas fuentes antiguas de las que hablamos antes, parece ser que por norma general, las mujeres masagetas recibían formación militar y desempeñaron un papel activo desde el punto de vista político y militar en la sociedad de la época.
Ciro II por otro lado, era el rey de los persas. Este pueblo se había extendido desde el Mediterráneo hasta casi la India. Un imperio inmenso y casi todopoderoso. Obviamente un rey con tal afán de conquista, no se iba a detener ante un pueblo insignificante como los masagetas quienes además estaban gobernados por una mujer.
El rey urde un plan que evitaría cualquier batalla, enviar una misiva a la reina de este pueblo solicitando su mano. Desde luego, bajo la perspectiva de Ciro, un matrimonio con el rey de los persas, quienes estaban en plena expansión, sería un trato más que satisfactorio para una reina de un pueblo pequeño como aquel. Pero Tomiris se niega. El desea gobernar su territorio y ella no se lo va a poner fácil.
Imaginemos la rabia de Ciro. Él, el rey de Babilonia, de Lidia, de Sarde... ¡el rey del mundo!, rechazado por una "reinuncha" de un pueblo insignificante como aquel. Pronto se pone manos a la obra. Si no es por las buenas, será por las malas. El ejército del imperio más grande del mundo contra un pueblo de gentes nómadas o seminómadas.
La batalla es realmente extraña. Según nos narra Heródoto (s.V a.C.), Ciro monta un campamento y en él prepara una gran banquete repleto de alcohol. Después retira sus tropas y deja tras de sí a unos cuantos hombres vigilando. Ciro espera paciente a que los masagetas caigan en la trampa, y todo va a salir a pedir de boca: los jinetes masagetas, encabezados por el hijo de Tomiris, se lanzan contra el poco vigilado campamento, matan a los guardianes y descubren el banquete dejado por los persas. Tal y como Ciro había planeado, los masagetas no pueden resistir la tentación de probar todos aquellos manjares, ni pueden dejar de beber el vino. Y claro, estos jinetes probablemente no hubieran probado jamás el vino.
Ciro espera paciente y ve desde lo lejos como sus planes se cumplen. Sus enemigos comen y beben. Ríen. El vino comienza a hacer estragos sobre ellos. En ese preciso momento, toda la fuerza del ejército persa cae sobre éstos, quienes medio borrachos y atontados, poco pueden hacer para defenderse. Gran cantidad de masagetas caen muertos y muchos de ellos son capturados fácilmente. Entre los cautivos está quien había encabezado el ataque, el hijo de Tomiris.
En cuanto la reina es consciente de lo sucedido le envía una carta donde le advierte: Ciro, has conseguido vencer de forma indigna a través de engaños. Devuélveme a mi hijo y retírate a tus tierras. Sé que estás sediento de sangre y desde luego, si no haces lo que te pido, yo misma me encargaré de que te sacies.
El hijo, al verse cautivo por Ciro, habiendo caído en tan burda trampa solicita que se le retiren sus ataduras a lo cual sus captores acceden. En ese momento alcanza a coger una espada y se quita la vida.
Pronto se entera la madre, quien se dice que no lo llora, sino que decide utilizar todo su dolor para atacar a su enemigo en la que será la batalla final. Primero con flechas, después con lanzas y espadas, los masagetas luchan de forma feroz ante un ejército tremendo. Poco después 200.000 persas han muerto y entre ellos está Ciro, quien yace muerto en el campo de batalla.
La batalla ha terminado. Tomiris pasea entre los cadáveres. Busca el cuerpo de Ciro pues todavía no ha cumplido del todo con su palabra. Cuando lo encuentra, ordena llenar un odre de vino con la sangre de varios de sus enemigos. Una vez hecho esto Tomiris toma la cabeza de Ciro y la sumerge en el odre diciendo: Te solicité que abandonaras nuestras tierras, te solicité que me devolvieras a mi hijo con vida y no hiciste caso. Sacia ahora tu sed de sangre.
Esta es la historia de Tomiris, poco más podemos saber sobre ella, pues las fuentes no citan nada más sobre su vida. Quizás gobernó a su pueblo hasta el fin de sus días, quizás fue una reina justa y poderosa, quizás se convirtió en una tirana... me temo que no lo podremos saber nunca. Lo que sí que sabemos es que lideró a su pueblo contra el hombre más poderoso del momento y venció. Y es por ello que no debe permanecer más tiempo casi olvidada.
¡Impresionante! Me ha encantado la historia que compartes hoy y, sobre todo, cómo nos la cuentas. Gracias. Sigues enseñándonos sucesos que muchos desconocemos, y nos encanta descubrir cada semana mujeres que existieron en nuestra historia que, desde luego, no merecen ser olvidadas. ¡Adelante! ¡No dejes de ilustrarnos!
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